Nunca la pequeñez fue algo facil de llevar. Probablemente ser muy alto tampoco, pero uno se queja siempre de su realidad, no de las externas. Uno se queja por la manía de no estar muy conforme, cuando se tiene más de lo que se cree y de lo que queremos creer caprichosamente.
Yo regaño, por ejemplo, en contra de mi estatura y me alegro cuando encuentro a alguien centimetros menor que yo. Tragicómico por cierto, mas cómico que melancólico porque así sabe mucho más dulce. Y si uno se fija, no hay quien no se moleste con algo pegado al cuerpo, implantado, Here-dado. Qué palabra mas odiosa esa. Como caaaaarga la miopia o el corazón, inevitablemente, HereDadaMente. Entonces tienes ese pelo, o la nariz de tu padre o mides como yo. Naces, vives y te quejas. Yo me quejo por ser despistada extreme; tontona; por ser ecléctica, por no serlo; por vivir viendo volar los pajaritos; por ser sensible a deshoras; inconstante; indecisa. Siendo yo u otra me quejaria de igual manera, que no va solo a lo que soy si no también a lo que hago.
Somos seres descontentos y buscamos la felicidad tratando de cubrir esos baches, o bien tratando de satisfacer metas cada vez mas elaboradas que nos llevan de vuelta al inconformismo y a la busqueda. Calcados. El mismo pasado a)extraño b)oscuro c)triste de siempre. El mismo Fin de terror, y que sin embargo, aun me sorprende.